Una siesta ganada con esfuerzo
al desvelo cuando comienza el día
y otra después de ésta, que me lía
el rato hasta que yazgo, cual mastuerzo,
la siesta que, nada más levantarme,
me junta desayuno con almuerzo,
y esa después en la que me retuerzo
entre sudor el resto de la tarde
hasta afrontar, sin el menor retraso
la siesta con que ocupo lo que resta
del tiempo hasta la noche, en que es escaso
el sueño, pues me agobia la molesta
ansiedad de vivir marcando el paso
por días sin otra cosa que siesta.
(Daniel Orviz.)
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