SONETO DOCTORIL.
Debió de ser el viento de tu ático
aquella noche en que me echaste fuera,
lo que hizo que, bajando la escalera,
me diese tan terrible ataque asmático.
Fue suerte que me hallase la portera
y me trajese a este hospital geriátrico
en donde unos doctores muy simpáticos
me dan caramelitos, y se esmeran
por extraer de mi pecho mugriento
tumores de un color amarillento
que me roban la fuerza y el oxígeno.
Loable su intención, más vano intento:
Pues si ya no respiro de tu aliento
todo cuanto respiro es cancerígeno.
Daniel Orviz.
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